domingo, 5 de agosto de 2012

Un profe, una PYME


Esto lo escribí para la primera y única revista de Wikisociales el 2009. El tono es bien amargo, tanto por lo pre-2011 como por mi estado de ánimo estructural en aquel año. Pero desde lo poco y nada que veo desde afuera, pareciera ser que no es mucho lo que ha cambiado desde entonces. 

El Norte es el más importante de los cuatro puntos cardinales. Es el que atrae los imanes de las brújulas, y por esa simple razón es la base de toda la geografía. Sin un norte que marque la brújula y sea referencia para los mapas, los barcos se pierden en el mar hasta que se hunden. Eso lo tenía muy claro el viejo Bello cuando dijo esa requetecontra repetida frase sobre que el Norte de esta U debía ser "Chile y las necesidades de su pueblo".

Pero aquí parece que se nos olvidó. Sociales es una Facultad sin norte. Toda esa palabrería de la ciencia como proyecto universal, búsqueda colectiva de la verdad, y la creación de conocimiento que aporte al desarrollo de algún territorio y/o de la humanidad entera, en esta Facultad ha quedado reducida a un conjunto de frases hechas que sólo sirven "pa' agarrarse minas", como decía el Principito Carrete de Plan Z. No existe ningún proyecto académico colectivo, compartido, que le de vida y existencia intelectual a Sociales, que haga que nuestras cuatro carreras se encuentren, dialoguen, y compartan algo más que la coexistencia diaria en un edificio chico y feo.

Nuestra Facultad está plagada de "emprendedores". Sí, esa manoseada palabreja con que todos los días el capitalismo nos enseña que eso de trabajar con el de al lado para alcanzar el bien común es una tontera, que la única forma de surgir en la vida es viéndoselas por uno, y el resto que se joda. Por más que esté llena de murales indigenistas, del Che Guevara, y otros motivos comunitarios y anticapitalistas, Sociales reproduce perfectamente en su interior toda esta lógica de la competencia sin límites. Casi todos nuestros profesores se dedican cada uno a matar su propio toro, a preocuparse de sus negocios y espacios. Su rutina es hacer un par de clases (¡y con suerte!) e irse a investigar para sus bolsillos.
Estas PYMES ambulantes no pueden dejar de invertir. Y hay una inversión que resulta importantísima: el grado académico. Cuando se toma un Magíster o un Doctorado, casi nunca es para ampliar los conocimientos: es porque se encuentra establecido como requisito en la trayectoria, y da casi lo mismo su calidad y/o el lugar donde se tome. Así, todos estos programas forman gente más para subirse al carro de las microempresitas que para darle algo a la ciencia, al país, y otras yerbas. Lo más penca es que nuestra Facultad fomente ese emprendimiento, y por eso muchas veces podemos ver docentes muy limitados: porque se prefiere a cientistas sociales con "prestigiosos" Doctorados en la Universidad de Titirilquén por sobre aquellos jóvenes, inteligentes, y constantemente bien evaluados, pero que no tienen Doctorado.

A veces estos emprendedores se organizan. Cuando se dan cuenta de que su negocio corre peligro, conversan con un par de amigos que tengan negocios similares. Y así es como inventan Magísteres, Diplomados, y otras vainas con nombres maravillosos y calidad discutible. Con ellos ganan dinero, prestigio, y logran apernarse, además de incorporar a uno que otro cabro escogido con pinzas, y perpetuar así la cosa tal como está, forever and ever.

En la misma lógica de proteger su negocio, estos microempresarios del conocimiento hacen de nuestras carreras unos rompecabezas. Así es, nuestras mallas son refritos, equilibrios inestables pensados sólo para conciliar los intereses de los emprendedores más fuertes, donde cada uno defiende con uñas y dientes los ramos que les permitan sacar estudiantes inocentes (algunos no tan inocentes) a trabajar en las investigaciones que ellos hacen, defendiendo así su microempresa por los siglos de los siglos. No es posible reconocer escuelas de investigación en nuestras carreras, porque no las hay; los emprendedores se preocupan de sí mismos, y jamás de leer al del lado y llevar una activa discusión intelectual con él.

Así no más es la cosa: Sociales es una bolsa de gatos. Y eso es porque, salvo contadas excepciones, detrás de cada profe hay una PYME. No una gran empresa: una minúscula PYME. Porque no hablamos de gente poderosa en el mundo real, gente que marque la pauta de lo que se discute en Chile. Así como a la tía de las sopaipillas le vendieron el cuento de que ella es "emprendedora" y va a dejar de ser pobre, esta Facultad se ha dedicado a fomentar y aplaudir estos negocitos, dándoles espacios y facilidades, sin saber que con eso va derechito al precipicio, como un barco donde la brújula en vez de apuntar hacia al Norte sale disparada como loca para todos lados.

Y lo más triste es que nosotros mismos les avivamos la cueca. Nada más maravilloso para estos personajes que un estudiante cuya presencia en la U se limite a sacar los ramos e irse pa la casa (o a carretear). Un emprendedor igual que ellos. Preocupado de uno mismo: primero yo, segundo mi sombra. Con cero capacidad de discutir con nuestros compañeros, y que eso se plasme en ideas, y en pelear por hacerle espacio a esas ideas, para cambiar este chiquero que es Sociales.

A la larga, también tenemos un poco la culpa de que eso de "Chile y las necesidades de su pueblo"  sea lo que es: una linda frase para agarrarse la barbilla y mirar al horizonte.

Sin embargo, la principal riqueza de la película es al mismo tiempo el principal problema de esta para el relato progre: la cinta logra mostrar de manera nítida y reveladora a la famosa “alegría” como lo que realmente fue: un muy eficaz y astuto producto de marketing.
Adelanto del texto sobre la película NO que estoy cocinando para Bello Público digital. 

Empate

¿Y usted como se gana la vida?

¿Ganar? De casualidá estoy sacando un empate

(Inodoro Pereyra)